Ya hemos comentado que el viejo solar de los Reinosos
autillanos hunde sus raíces en el hoy despoblado de Arenillas, situado a unos
dos kilómetros de Mazuecos, que dista a su vez otros diez kilómetros de Autillo
de Campos. Del poblado de Arenillas hoy solamente queda el nombre del
término y una solitaria ermita con tumbas donde también hay algún Reinoso con
sus escudos familiares. Algún día hablaremos más en detalle de estas tumbas.
Los Reinosos de Autillo y de Mazuecos son parientes muy próximos, y muchos
residentes en América que llevan este apellido ya hemos vistos que descienden
de ambos pueblos, de ahí que desde España les dediquemos estas breves notas.
En el interior de la preciosa iglesia de Mazuecos se encuentra una capilla en
el crucero del lado de la epístola, donde destaca en el suelo la tumba del
fiscal del supremo consejo de la inquisición don Fernando de Arenillas y
Reinoso, que fue además canónigo de Sevilla, y que falleció el 11 de marzo de
1601. No debemos confundir a este inquisidor con Alonso Jiménez de Reinoso,
hijo de Domingo Jiménez de Arenillas y Juana de Valdeón, también inquisidor en
Granada, Valencia y desde 1580 de Córdoba.
En nuestra biografía de don Francisco de Reinoso, página 120, ya hablamos de este último cuando en 1597 el señor de Autillo, don Pedro de Reinoso, vinculó al señorío un corral que él tenía en Arenillas en el término de Los Castillos, lindero con otros corrales del inquisidor Jiménez de Reinoso y de su hermano Pedro. El pasado año Alonso Jiménez de Reinoso volvió a ser noticia de primer orden cuando se descubrió un documento inédito de Luis de Góngora y Argote del 25 de febrero 1597 que habla sin pelos en la lengua de los vicios de Alonso Jiménez de Reinoso. El 1 de diciembre de este mismo año tomó posesión del obispado cordobés nuestro don Francisco de Reinoso, obispo autillano, quien fue recibido en persona por el mismísimo Góngora, como comisionado del cabildo. Ahora tiene más sentido la acidez con la que Gongora recibió en octosílabos al nuevo obispo, pariente y paisano del inquisidor Alonso Jiménez de Reinoso. Góngora escribió del nuevo prelado que era "un pastor y sacerdote/ que se casa con su iglesia/ con cuarnta mil de dote." Hubiese sido muy interesante ver las miradas que se cruzarían en el cabildo de cordobés don Francisco de Reinoso y don Luis de Góngora.
El 30 de mayo de 2012 Antonio Astorga escribió en ABC elsiguiente artículo, leedlo que nada de él tiene desperdicio:
"Una «bomba» gongorina. Un inquisidor amancebado
con tres Marías. y varias señoras más por diversos puntos de España. Un
escándalo para la época y para los ojos del «buen orden» del mayor y mejor
poeta español clásico de todos los tiempos, Luis de Góngora y Argote. Pura
delicatessen «guasona y divertida» del vate díscolo. Góngora acribilla
carnívoramente los escarceos sentimentales del preboste censor, que para más
inri fue amigo suyo.
«Ýtem, e oýdo deçir a Áluaro de Vargas, paje que fue del dicho ynquisidor, como la dicha doña María era su amiga y entraba y salía en su casa muy de hordinario, y la tenía veinte y treinta días en un aposento alto que llaman de la Torre, donde la entraban por una escalera falsa que está en la prinçipal que sube a su quarto, y para tener correspondençia a su aposento hiço romper a costa del Rey la muralla de nueue pies en ancho, y el dicho Vargas la bio abrir y trabajar en ella como agora se puede ber por vista de ojos; y que quando el dicho ynquisidor dormía con la susodicha doña María lo echaba él de ber en quatro y seis camisas que abía él mudado la noche y estaban tendidas a la mañana en el terrado para enjugallas del sudor, donde hallaba en las delanteras de las dichas camisas las immundiçias y suçiedades hordinarias de semejantes actos, como lo dirá el dicho Áluaro de Vargas».
La «popularidad carnal» del inquisidor Reynoso era proverbial. Lo detalla, y delata, don Luis, el gran poeta cordobés. Iten más:
«Ýtem, digo que, por todo lo que tengo declarado y e
entendido del dicho ynquisidor Reynoso, en el tiempo que tube su particular
amistad y después acá le e tenido y tengo por hombre mal christiano, poco
çeloso de su conçiençia y manera de biuir, siendo como es ynquisidor,
prebendado y saçerdote, y a cuio cargo está el gouierno desta Ynquisiçión por
ser antiguo, dando como da de hordinario mal exemplo a sus collegas y
offiçiales del Sancto Officio, y en general a todo este lugar. Y
particularmente e oýdo escandaliçarse de sus malas costumbres a don Fernando de
Argote y don Alonso de Argote, su hermano, veinte y quatros de Córdoua, que,
tratando un día abrá seis meses con los susodichos de la persona del dicho
ynquisidor, me dijeron que les pesaba de que tubiese su amistad, porque el
dicho don Alonso de Argote no abía querido la suia aunque el dicho ynquisidor
la abía procurado, porque le abían dicho y abía oýdo murmurar del dicho
ynquisidor que era viçioso y carnal, y prinçipalmente que trataba requiebro y
amistad con una nuera de don Luis de Córdoua que biue a Sanct Lorenzo, porque
la dicha nuera era de Éçija, donde el susodicho abía sido visitador, y de allí
abía trabado amistad con ella».
Hacia el final del manuscrito, Luis de Góngora revela el historial en carne mortal y rosa del Inquisidor: «Alonso Guerra, cura de Mazuecos, de donde es natural el dicho ynquisidor, obispado de Palenzia, el dicho cura Alonso Guerra me dijo: "Consuélense las damas de Córdoua quando baia a residir a ella el dicho ynquisidor, que les yrá el mejor garañón que tiene Castilla"; de donde infiero por todo lo dicho y porque un día, abrá tres años, que, hablando yo con Luisa de Grazia, muger casada (que si fuere necessario diré quién es), que la hallé sentada junto al Alcázar, preguntándole qué esperaba en aquel lugar, la susodicha me respondió que un negoçio que tenía con el ynquisidor Reynoso, y diçiéndole yo que si era secreto, la dicha me boluió a responder que tan secreto que estaba debajo de las faldas...».
Luis de Góngora y Argote
El chivatazo ante el Santo Oficio de Luis de Góngora fue productiva, ya que gracias a una red de influencias logró que el inquisidor viciosillo fuera trasladado a Valladolid, donde proseguiría sus andanzas carnales lejos del látigo gongorino.
Los autógrafos de Góngora que han visto la luz hasta el momento son apenas una treintena, excepto firmas y palabras sueltas. Entre los más destacados figuran las 28 cartas que Enrique Linares exhumó del manuscrito Ángulo y Pulgar, en 1892. Durante el siglo XX solo se conocieron los dos renglones con los que el poeta apostilló de su mano una carta dictada y que Dámaso Alonso dio a conocer en el tricentenario gongorino. Este hallazgo tiene un valor extraordinario. Pura maravilla. Disfrútenlo."