domingo, 11 de julio de 2021

El inquisidor Alonso Jiménez de Reinoso "El mejor garañón que tiene Castilla", natural de Mazuecos, denunciado por Góngora‏.



Ya hemos comentado que el viejo solar de los Reinosos autillanos hunde sus raíces en el hoy despoblado de Arenillas, situado a unos dos kilómetros de Mazuecos, que dista a su vez otros diez kilómetros de Autillo de Campos. Del poblado de Arenillas hoy solamente queda el nombre del término y una solitaria ermita con tumbas donde también hay algún Reinoso con sus escudos familiares. Algún día hablaremos más en detalle de estas tumbas. Los Reinosos de Autillo y de Mazuecos son parientes muy próximos, y muchos residentes en América que llevan este apellido ya hemos vistos que descienden de ambos pueblos, de ahí que desde España les dediquemos estas breves notas.

En el interior de la preciosa iglesia de Mazuecos se encuentra una capilla en el crucero del lado de la epístola, donde destaca en el suelo la tumba del fiscal del supremo consejo de la inquisición don Fernando de Arenillas y Reinoso, que fue además canónigo de Sevilla, y que falleció el 11 de marzo de 1601. No debemos confundir a este inquisidor con Alonso Jiménez de Reinoso, hijo de Domingo Jiménez de Arenillas y Juana de Valdeón, también inquisidor en Granada, Valencia y desde 1580 de Córdoba.

En nuestra biografía de don Francisco de Reinoso, página 120, ya hablamos de este último cuando en 1597 el señor de Autillo, don Pedro de Reinoso, vinculó al señorío un corral que él tenía en Arenillas en el término de Los Castillos, lindero con otros corrales del inquisidor Jiménez de Reinoso y de su hermano Pedro. El pasado año Alonso Jiménez de Reinoso volvió a ser noticia de primer orden cuando se descubrió un documento inédito de Luis de Góngora y Argote del 25 de febrero 1597 que habla sin pelos en la lengua de los vicios de Alonso Jiménez de Reinoso. El 1 de diciembre de este mismo año tomó posesión del obispado cordobés nuestro don Francisco de Reinoso, obispo autillano, quien fue recibido en persona por el mismísimo Góngora, como comisionado del cabildo. Ahora tiene más sentido la acidez con la que Gongora recibió en octosílabos al nuevo obispo, pariente y paisano del inquisidor Alonso Jiménez de Reinoso. Góngora escribió del nuevo prelado que era "un pastor y sacerdote/ que se casa con su iglesia/ con cuarnta mil de dote." Hubiese sido muy interesante ver las miradas que se cruzarían en el cabildo de cordobés don Francisco de Reinoso y don Luis de Góngora.

El 30 de mayo de 2012 Antonio Astorga escribió en ABC elsiguiente artículo, leedlo que nada de él tiene desperdicio:

"Una «bomba» gongorina. Un inquisidor amancebado con tres Marías. y varias señoras más por diversos puntos de España. Un escándalo para la época y para los ojos del «buen orden» del mayor y mejor poeta español clásico de todos los tiempos, Luis de Góngora y Argote. Pura delicatessen «guasona y divertida» del vate díscolo. Góngora acribilla carnívoramente los escarceos sentimentales del preboste censor, que para más inri fue amigo suyo.

 La hispanista Amelia de Paz ha descubierto la joya: un manuscrito autógrafo inédito de Luis de Góngora y Argote en el que acusa al más preeminenteinquisidor de Córdoba, Alonso Jiménez de Reynoso, de mantener una «muy escandalosa» relación de amacebamiento con doña María de Lara; y más tarde con doña María de Aguaio y doña María de Marchena.

 Un tsunami para la época. El Tribunal del Santo Oficio investigaba las supuestas relaciones de Reynoso con una dama granadina, y para ello quiso interrogar a quien fue amigo suyo, Luis de Góngora. Lo mandó llamar el día 25 de febrero de 1597, pero el poeta se negó a declarar a viva voz por la mañana. «Debo recorrer mi memoria», dijo textualmente, y vaya si la recorrió. Se marchó a casa, tomó recado de escribir -papel, tintero y pluma- y se puso a dar escarnio al inquisidor: escribió un manuscrito autógrafo en el que delataba, en alta definición, los actos poco licenciosos y carnales de su amigo el vicioso celador del buen orden.

 El hallazgo forma parte de los trabajos previos de preparación de la exposición «Góngora, la estrella inextinguible. Magnitud estética y universo contemporáneo», organizada por Acción Cultural Española, que se exhibe en la Biblioteca Nacional.

 Fue hace meses. Amelia de Paz se documentaba sobre la Inquisición de Córdoba en el Archivo Histórico Nacional, y sepultada en el legajo 1853 encontró la testificación del poeta cordobés ante el Santo Oficio en febrero de 1597. La demoledora acusación de Góngora ante el tribunal consta de diez páginas. En ellas relata, con pelos y señales, los encuentros amorosos entre el Inquisidor Reynoso y Doña María de Lara, a la que califica como «muy pública y escandalosa». Góngora acusa al inquisidor vicioso ante las mismísimas barbas de la Inquisición. Demoledor.

 «Lo primero, -arranca el manuscrito, con todo detalle sobre el origen amante del inquisidor- que conozco a doña María de Lara, que biue en la collaçión de Sanct Bartolomé, en la calle de los Judíos, en compañía de unas moriscas con quien en esta y en otras casas semejantes siempre el dicho ynquisidor como amiga suia y çeloso de mirar por su persona la a tenido, por pareçerle que en la dicha compañía la tenía más a su voluntad y más guardada».

 «Es una bomba literaria y bibliográfica. Me quedé pasmada cuando lo encontré -comenta Amelia de Paz en la Biblioteca Nacional- por el insólito contenido del texto. Estamos acostumbrados a leer a un Góngora severo y serio; esa imagen se va a diluir. En este documento se nos aparece un Góngora simpático y guasón, más cercano al estilo que marca en sus poemas». A Luis de Góngora y Argote no le duelen versos ni prendas delatar al inquisidor Reynoso, que había sido su amigo.

 El autógrafo de Góngora fue redactado aprisa y con una finalidad inequívoca, que a nadie escapará, explica su descubridora. «Aunque basta para dejar entrever (y lamentar) al novelista que se perdió —o eso creemos— con don Luis de Góngora y Argote».

 En un momento del relato, Góngora, racionero de la Santa Iglesia de Córdoba, declara ante el tribunal del Santo Oficio cómo Reynoso «guardaba» a su amante en una especie de torre encantada:

«Ýtem, e oýdo deçir a Áluaro de Vargas, paje que fue del dicho ynquisidor, como la dicha doña María era su amiga y entraba y salía en su casa muy de hordinario, y la tenía veinte y treinta días en un aposento alto que llaman de la Torre, donde la entraban por una escalera falsa que está en la prinçipal que sube a su quarto, y para tener correspondençia a su aposento hiço romper a costa del Rey la muralla de nueue pies en ancho, y el dicho Vargas la bio abrir y trabajar en ella como agora se puede ber por vista de ojos; y que quando el dicho ynquisidor dormía con la susodicha doña María lo echaba él de ber en quatro y seis camisas que abía él mudado la noche y estaban tendidas a la mañana en el terrado para enjugallas del sudor, donde hallaba en las delanteras de las dichas camisas las immundiçias y suçiedades hordinarias de semejantes actos, como lo dirá el dicho Áluaro de Vargas».

La «popularidad carnal» del inquisidor Reynoso era proverbial. Lo detalla, y delata, don Luis, el gran poeta cordobés. Iten más:

«Ýtem, digo que, por todo lo que tengo declarado y e entendido del dicho ynquisidor Reynoso, en el tiempo que tube su particular amistad y después acá le e tenido y tengo por hombre mal christiano, poco çeloso de su conçiençia y manera de biuir, siendo como es ynquisidor, prebendado y saçerdote, y a cuio cargo está el gouierno desta Ynquisiçión por ser antiguo, dando como da de hordinario mal exemplo a sus collegas y offiçiales del Sancto Officio, y en general a todo este lugar. Y particularmente e oýdo escandaliçarse de sus malas costumbres a don Fernando de Argote y don Alonso de Argote, su hermano, veinte y quatros de Córdoua, que, tratando un día abrá seis meses con los susodichos de la persona del dicho ynquisidor, me dijeron que les pesaba de que tubiese su amistad, porque el dicho don Alonso de Argote no abía querido la suia aunque el dicho ynquisidor la abía procurado, porque le abían dicho y abía oýdo murmurar del dicho ynquisidor que era viçioso y carnal, y prinçipalmente que trataba requiebro y amistad con una nuera de don Luis de Córdoua que biue a Sanct Lorenzo, porque la dicha nuera era de Éçija, donde el susodicho abía sido visitador, y de allí abía trabado amistad con ella».

Hacia el final del manuscrito, Luis de Góngora revela el historial en carne mortal y rosa del Inquisidor: «Alonso Guerra, cura de Mazuecos, de donde es natural el dicho ynquisidor, obispado de Palenzia, el dicho cura Alonso Guerra me dijo: "Consuélense las damas de Córdoua quando baia a residir a ella el dicho ynquisidor, que les yrá el mejor garañón que tiene Castilla"; de donde infiero por todo lo dicho y porque un día, abrá tres años, que, hablando yo con Luisa de Grazia, muger casada (que si fuere necessario diré quién es), que la hallé sentada junto al Alcázar, preguntándole qué esperaba en aquel lugar, la susodicha me respondió que un negoçio que tenía con el ynquisidor Reynoso, y diçiéndole yo que si era secreto, la dicha me boluió a responder que tan secreto que estaba debajo de las faldas...». 

Luis de Góngora y Argote

El chivatazo ante el Santo Oficio de Luis de Góngora fue productiva, ya que gracias a una red de influencias logró que el inquisidor viciosillo fuera trasladado a Valladolid, donde proseguiría sus andanzas carnales lejos del látigo gongorino.

Los autógrafos de Góngora que han visto la luz hasta el momento son apenas una treintena, excepto firmas y palabras sueltas. Entre los más destacados figuran las 28 cartas que Enrique Linares exhumó del manuscrito Ángulo y Pulgar, en 1892. Durante el siglo XX solo se conocieron los dos renglones con los que el poeta apostilló de su mano una carta dictada y que Dámaso Alonso dio a conocer en el tricentenario gongorino. Este hallazgo tiene un valor extraordinario. Pura maravilla. Disfrútenlo."



 


Autillo de Campos, la Celestina, el Quijote y Colón. Cosas en común

 Si miramos los escudos que hay en el crucero de la iglesia de Autillo, veremos bien destacado el escudo de la Casa de Alba, unos cuadradito...