Tenemos constancia documental de que ya existían palomares en Autillo a finales del siglo XV. Los dos que quedan tienen poco más de un siglo de antigüedad. Son de planta redonda al estilo de Tierra de Campos, aunque también existen de planta cuadrada, pero no en nuestro pueblo. Recuerdan a los columbarios romanos con nichos en las paredes para facilitar el anidamiento de las aves. El mantenimiento de estos edificios, verdaderos emblemas de Tierra de Campos, resulta extraordinariamente costoso. Las subvenciones para su mantenimiento son claramente insuficientes y la tendencia para el futuro es su progresiva desaparición en nuestra comarca. Solo la existencia de personas amantes de nuestro patrimonio y nuestra historia puede salvar a los palomares de su inexorable desaparición, ya que su explotación no rinde beneficios económicos y su cuidado no se compensa con los pocos pichones que se puedan recoger por sus propietarios. Los pichones estofados son una delicia gastronómica al alcance de unos pocos, esa es la única recompensa que pueden obtener los dos únicos y cuidadosos propietarios de los dos palomares autillanos. Aquí vemos a Mariví encaramada en lo alto de su palomar en busca de pichones.
Fotos: J. Prieto y Marcial de Castro
Texto: Marcial de Castro