domingo, 11 de julio de 2021

Escándalo. Manuel y Ana María pillados "parlando" (sic) en los atrases durante el toque de queda

Era una noche clara de luna aquella del 8 de abril de 1767, y este dato es muy importante para entender la historia verdadera que vamos a contar, la historia de una pìllada que le costó bien cara a un joven autillano. La luna estaba en cuarto creciente a un 75% de su brillo máximo, y había alcanzado su cénit justo a las 9:30 de aquella aciaga noche, de triste recuerdo para Manuel Orejón Tejerina (nacido el 8-10-1743). Se podían leer perfectamente las páginas de un libro a la luz del astro.

Aquella noche el alcalde y juez ordinario de Autillo, Leonardo Calonge Hernández (1717-1768), salió de ronda a esto de las diez en estricto cumplimiento de órdenes reales que prohibían que en los pueblos merodeasen “gente vagamunda, ociosa y mal entretenida”. Leonardo dicho sea de paso, era padre de Miguel Calonge Buey (23-5-1755, +25-4-1812) que en 1812 fue asesinado por las tropas francesas.

Le acompañaba en la ronda Manuel Nevado, semianalfabeto, sin raíces en el pueblo conocidas y de unos 32 años. También iba con él el alcaide de la cárcel de Autillo, Mateo Martín González, de 46 años nos dice el documento.


Firmas de los que realizaban la ronda aquella noche. Leonardo como alcalde, Mateo como alcaide de la prisión y Manuel como acompañante. 

El reino no estaba tranquilo por esas fechas. Pocos meses antes se había producido el motín de Esquilache, y fueron varias las ciudades las que se levantaron, no solo Madrid. El precio del pan se había duplicado y reinaba el descontento. Quizás en este contexto haya que entender que el día 12 de enero de ese año de 1767, una orden municipal había establecido un toque de queda a partir de las 10 de la noche. El objetivo era impedir que en Autillo nadie fuese “chiflando e inquietando a los que estaban recogidos”, con pena de cárcel de ocho días para los infractores.

Al llegar a la altura del matadero, extramuros del pueblo pero cercano a su muralla (sic), lo que hoy llamamos con el precioso y sonoro nombre de los atrases, encontraron a una pareja “parlando” entre dos paredes altas y estrechas. El documento describe el lugar como un paraje “oculto y sospechoso”. El hombre echó a correr hacia su casa al oír las “patadas” de los que hacían la ronda, pero la mujer, Ana María García Fernández (24-7-1744, +30-8-1804), se quedó en el sitio y no tuvo más remedio que delatar el nombre del varón que la acompañaba.

La mujer tenía 22 años y 8 meses, el que huyó tenía justo 24 años y medio, aún ambos menores de edad hasta los 25. Pero ambos ya estaban casados con otras parejas. Manuel llevaba seis años casado con su mujer, María Castillo Seco, con la que tenía en el momento de la pillada dos hijas. Ana María estaba casada con José Bueno Martínez (1735-1802). José tenía unos 33 años y había enviudado de Estefanía Higelmo García a los diez meses de su boda en 1759. José se casó de segundas con Ana María en 1762 justo dos semanas antes de que se casara Manuel con su legítima esposa. Ana maría solo tenía 17 años cuando se casó pero ya tenía una niña y un niño el día de la “parlada”.

Al día siguiente de los hechos se comenzó todo el proceso contra Manuel Orejón Tejernina, detenido en la cárcel de Autillo. A la mujer no le pasó absolutamente nada, la llevaron a su casa con su marido, e incluso la causa se calificó como “secreta” y su nombre se omitió “por la reverencia debida al santo sacramento del matrimonio”. Suponemos que se consideró que el castigo se lo tenía que imponer su marido, y con ello sería más que suficiente. Lo cierto es que durante un tiempo ella se fue a vivir a casa de sus padres.

Primera página del proceso contra los parladores

El 25 de abril se ordenó la confiscación de sus escasos bienes: un arca de pino sin llave, un artesón mediado, una silla vieja, una claveta y una pollina de cinco años que ya había vendido previamente a otro vecino de Autillo, y que éste se apresuró a reclamar como suya para que no constase en la lista de bienes incautados. Manuel era pobre, su oficio era el de mancebo de campo, jornalero en definitiva. Al ser menor de edad se nombró como curador ad litem a su padre Manuel Orejón Palomino para que lo representase ante la justicia.

Hasta el 30 de abril, 22 días después de su detención, no se le tomó declaración. Sus alegaciones no pudieron ser más candorosas, según él, se saludó con ella de forma lícita y honesta y le dio las buenas noches”, y al oír los pasos de la justicia decidió salir corriendo a su casa.

Hasta el día 6 de mayo lo tuvieron en la cárcel, 28 interminables días le costó la parlada, más una multa de 1.000 maravedís que equivalía a unos doce días del salario de la época. De nada sirvieron los ruegos de su padre para que le perdonasen la multa al ser su hijo tan pobre. Tampoco sirvieron las quejas del marido de Ana María que protestó por su puesta en libertad, y que alegara que no se había hecho justicia suficiente con ninguno de los dos, lo cual no quitaba para que desease la vuelta a casa de su esposa.

 De ambos parladores no sabemos más que continuaron con su vida familiar, y que Manuel tuvo en total cinco hijos con su esposa, y Ana María un total de nueve con su respectivo cónyuge.

 Firma del encausado, Manuel Orejón Tejerina

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