domingo, 11 de julio de 2021

Cédula de la autillana Flora Gago Curieses en el bolso de la beata sor Gertrudis Llamazares, 1936

 Cuando miré el artículo de Autillo en Wikipedia, para ver si se había añadido alguna novedad en su texto, encontré para mi sorpresa que alguien con buena intención, pero mal informado, había incluido el nombre de Flora Gago Curieses como autillana ilustre, y textualmente escribió: “religiosa; mártir de la persecución religiosa durante la guerra civil española”. Confieso que este dato me produjo estupefacción y después gran curiosidad. Introduje su nombre en Google y Flora me salió citada en un magnífico trabajo llamado “Testigos de la fe con su vida y con su muerte” escrito por la hermana María Ángeles Gómez-Limón Rodríguez, franciscana misionera de la Madre del Divino Pastor (fmmdp). Su trabajo es una maravilla de la investigación sobre la vida y martirio de tres hermanas del Colegio Divina Pastora de Madrid (calle Santa Engracia, 140). Como no quiero que se deje de consultar su trabajo de acceso libre en Internet, es imprescindible acceder a su lectura: PINCHA AQUÍ.

 Una vez que hayas leído arriba el magnífico trabajo de sor María Ángeles Gómez-Limón, es cuando nos tenemos que plantear qué hacía una cédula de identificación de la joven autillana en el bolso de la beata Gertrudis Llamazares en el momento de su asesinato.

El colegio de la Divina Pastora está vinculado a la Orden Franciscana, a la que pertenecía el autillano padre Federico Curieses Pérez (1873-1948). El padre Curieses era prior de la orden en la iglesia de San Fermín de los Navarros, a solo 20 minutos andando del colegio. Y por tanto la relación entre el colegio y la iglesia debía ser constante, y allí decidió el padre Curieses enviar al internado para su educación a sus tres sobrinas, hijas de su hermana Luciana.

Colegio de la Divina Pastora, salvado de la quema en 1931 por el padre Curieses

El padre Curieses fue precisamente quien salvó de la destrucción al colegio, cuando se le intentó quemar en mayo de 1931. Disfrazado de obrero entre los incendiarios les dijo: camaradas, este edificio tan hermoso no lo podemos quemar, es estupendo para celebrar nuestras reuniones”. Mucho le debe por tanto el colegio Divina Pastora a nuestro religioso autillano. No es extraño que sor Gertrudis Llamazares, quien tenía como director espiritual al padre Curieses, se tomase el cuidado de las sobrinas de su confesor como algo muy personal. La hermana Amparo Santos recordaba años después que aunque el padre Curieses confesaba en el palacio a la reina, “la H. Gertrudis no se daba importancia con esto, lo respetaba y quería mucho”. La hermana Adelina Castro García añadió en su testimonio: “era ayudada espiritualmente con un padre franciscano llamado Federico Curieses, que para ella era como si fuese su padre. Esto lo sé porque lo veíamos”.

Margarita Gago Curieses, hermana de Flora, cumplió justo 20 años dos días después de que estallara la guerra en 1936. En calidad de protegida de sor Gertrudis la acompañó en su huida del colegio a un piso en la calle Almirante nº 20, justo el día del cumpleaños de la autillana, el 20 de julio. 

Actual nº 20 de la calle Almirante de Madrid, donde Margarita y sor Gertrudis estuvieron viviendo juntas unos 20 días

 En ese piso se juntaron otras muchas hermanas religiosas del colegio de Vallecas, la comida era escasa y la multitud de personas bajo el mismo techo causó la queja de los vecinos. Sor Gertrudis decidió marcharse a otra casa y aquí su destino se separa del de Margarita Gago Curieses. Margarita sobrevivió y narró cómo fueron los últimos días de la hermana Gertrudis camino a la muerte. Según la joven autillana, Gertrudis rezaba mucho y estaba serena. Hacia el día 10 de agosto, el día que Flora Gago cumplía 17 años, Gertrudis se refugió en la portería de la calle Diego de León nº 7. Tres días más tarde fue detenida en esa casa. 

Valentina Apesteguía, la primera biógrafa de esta religiosa en los años 40, escribió: “Sor Gertrudis Llamazares fue sacada de la calle Diego de León, 7, portería, donde estaba refugiada, llevándola en un coche con un sacerdote y otra señora; en unos pinares de la carretera del pueblo de Hortaleza les hicieron bajar, allí los maltrataron y después los ataron a una camioneta, arrastrándoles hasta el mismo pueblo de Hortaleza, allí, ya muertos, les pisotearon hasta que saciados aquellos desgraciados, dejaron que los enterrasen en el cementerio del pueblo (declaración de un testigo ocular, del sacerdote y el enterrador”. Debió ser el día 13 de agosto de 1936.

Cuando se recogió su cuerpo se redactó un breve informe del hallazgo de su cadáver y efectos personales, y ahí es donde aparece una cédula de identidad (especie de DNI de la época) perteneciente a Flora, la sobrina pequeña del padre Curieses.

Modelo de cédula de 1935, algo similar al que debía portar Flora Gago Curieses

 

El informe recoge textualmente:

“Desconocido. Hembra. En la villa de Hortaleza, provincia de Madrid, a las diez y siete horas, quince minutos del día catorce de agosto de mil novecientos treinta y seis, ante (...) se procede a inscribir la defunción de un desconocido, sexo hembra, que se encontró entre el Km. 7 y 8 de la carretera de esta Villa, a la derecha, de unos 65 años de edad, calva en la parte superior de la cabeza, pelo rubio, vestía toquilla negra, saya y refajo negros, pañuelo a la cabeza, zapatos de paño negro y medias negras, se la encontró una faltriquera de rayas blancas y negras y dos monederos que contenían: uno un rosario y dos cédulas a nombre de Dorotea Llamazares Fernández, natural de Cerezales, (León), nacida el 6 del 2 del año 1870, de estado soltera, profesión s. l. habitante en Santa Engracia, 110, Colegio, expedida el 21 del 9 del año 1933 en Madrid y la segunda, con los mismos antecedentes, expedida en Madrid el 29 de septiembre de 1935 con el número 533.761; y el otro diferentes monedas, importando cuarenta y dos pts., cincuenta y cinco céntimos, dos bolsillos vacíos, una cartera rota y vacía, un cuaderno con apuntaciones religiosas, varios papeles con apuntaciones de compras, otra cédula a nombre de Flora Gago Curieses, de Autillo de Campos (Palencia), nacida el 10 del 8 de 1919, estudiante, habitante de Baltasar Bachero 3 [hoy calle del Salitre], expedida en Madrid en 15 de marzo de 1935, número 1012112, un recibo que dice: “tengo en mi poder 135 pts. de la Hermana Gertrudis Llamazares-Juana B. Parda 27-marzo de 1936”, un rosario, dos Cristos, un reloj con cadena, de bolsillo, varias medallas, dos navajas, un alfiletero, un dedal, un tubo con alfileres, un lápiz, una piedra y una goma de borrar. Falleció probablemente el día 13 del actual sobre las trece horas a consecuencia de destrozo de la región cerebral, según resulta del informe facultativo y reconocimiento practicado, y su cadáver habrá de recibir sepultura en el cementerio de esta villa (...).”

Casa donde residía Flora en 1935, en el nº 3 de la calle Baltasar Bachero, hoy del Salitre
 

El lugar de enterramiento de la religiosa no se pudo hallar años más tarde, pero conocemos el resto. Gertrudis Llamazares Fernández, bautizada como Dorotea, fue beatificada el 13 de octubre de 2013, junto a otros 521 mártires religiosos de la Guerra Civil.

Foto de la beata Gertrudis Llamazares, del trabajo de Ángeles Gómez-Limón Rodríguez

Solo queda preguntarnos qué hacía una cédula de identificación personal de la autillana Flora Gago Curieses, en el bolso de la religiosa en el momento de su detención. Quizás no lo sepamos nunca, pero es evidente que de alguna forma trataba de proteger a Flora, ya que sentía un extraordinario afecto por su confesor, tío de la muchacha.

Su hermana Alvea se refugió con su tío en la Embajada de Italia y pasó la guerra en aquel país. Margarita y Flora se las debieron arreglar para sobrevivir en Madrid, y fueron testigos de cómo su colegio se convirtió durante ese tiempo en prisión. Hay que destacar el elevado número de supervivientes de la congregación de la Divina Pastora de Madrid, pues de las aproximadamente treinta o treinta y tantas hermanas que la componían, solo tres no sobrevivieron a la guerra. De ello se deduce que fue muy eficaz la red de refugios que habían ideado en caso de que estallase un conflicto, y sobre todo la fidelidad y ayuda de los seglares que lo hicieron posible.

A modo de epílogo diremos qué fue de los cuatro únicos sobrinos del padre Curieses. El mayor de ellos, Donato, había sido protegido por una pudiente familia sevillana, seguro que por mediación de su tío, y llegó a ser secretario de juzgado municipal en Écija. De él queda una amplia y brillante descendencia andaluza y su apellido tiene en esas tierras gran continuidad. La segunda, Alvea, se casó con un autillano, Doroteo Asensio Martín, tuvo varios hijos varones y todos echaron raíces en Madrid.

Margarita que durante unos veinte días estuvo escondida con la beata en la calle Almirante, se las arregló para seguir viva, seguramente protegida por la misma red que protegió a las religiosas durante la guerra. Estudió magisterio, ejerció un tiempo a las afueras de Madrid, después se empleó junto a su marido en el Instituto Nacional de Previsión en Madrid. Testificó, como sabemos, en la causa de beatificación de la hermana Gertrudis.

Flora, nuestra protagonista, sobrevivió a la guerra en Madrid, no sabemos cómo lo consiguió ni quién la ayudó. Solo sabemos que trabajó como empleada del Metro de Madrid, se casó con Ciriaco Merino, de Guadalajara, y sabemos que tuvo un hijo.

Árbol genealógico de la familia Gago Curieses

De las tres hermanas, Alvea, casada con un autillano, fue quien más relación mantuvo con su pueblo natal. Margarita no perdió tampoco su contacto con Autillo, a diferencia de Donato y Flora de quienes queda un vago recuerdo.

No nos ha sido posible contactar directamente con los descendientes de estos hermanos. Nos encantaría que cualquier persona que puede aportar más información, se ponga en contacto por email con nuestro blog.

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