Ya va por la tercera vez que leo con fruición La Regenta (1884-1885) de Leopolodo Alas "Clarín" (1851-1901). Y siempre que la leo no puedo evitar acordarme de mi tío abuelo don Cesáreo Castro Vega (nac. 20-4 1894), que fue sochantre de la catedral de Oviedo. Sé muy poquito de él, solo algunas pocas cosas que he oído de pasada, y aquí las pongo por escrito para que no quede en el olvido un autillano que también tuvo una vida interesante y digna al menos de no ser olvidada.
Cesáreo Castro fue el tercer hijo de Valentín Castro Bueno y de María Vega Urbón. Según me contó Vicente Castro Vargas (1906-1985), hombre de gran memoria y digno de todo crédito, don Cesáreo ganó a la vez dos oposiones a las que se presentó para ser sochantre de la catedral de Cuenca y la de Oviedo, y eligió para ejercer esta última por entender que era de mayor importancia. El sochantre es quien dirige el coro en los oficios divinos, por tanto no es difícil imaginarlo entre los canónigos de la catedral de la Vetusta clariniana no muchos años después de la publicación de la Regenta. Don Cesáreo residió en la calle Martínez Vigil nº 22 de Oviedo hasta poco antes de su muerte en Palencia, en el manicomio, ya que fue víctima de lo que entonces se conocía como "demencia senil".
Según oí decir a mi padre, don Cesáreo salvó su vida de forma milagrosa durante
la Guerra Civil. Al parecer los milicianos se dirigieron a su casa con ánimo de
arrestarlo. Él estaba escondido en su domicilio, en un armario, junto con un
religioso capuchino amigo suyo, y cuando fueron a llamar a su puerta, su criada
les abrió la puerta y les dijo a los milicianos que no buscasen allí, pues el
autillano había abandonado la ciudad buscando el amparo de Castilla, pues de
esa región era natural. Eso le salvó sin duda la vida y pudo cruzar las líneas
en un auto pocos días después, pero que recibió las balas de los milicianos que
ocasionaron la muerte de uno de sus compañeros de viaje (de esto ya no estoy
tan seguro, aunque juraría que lo oí de pequeño). El resto de la contienda la
pasó en casa de su hermano Tomás, mi abuelo, y ofició como cura accidental de
Abarca de campos durante un tiempo.
Don Cesáreo tenía un exquisito gusto musical, y mi padre recuerda que su tío lo llevó a oír en Oviedo un concierto del afamado pianista José Iturbi (1895-1980). El viaje de novios de mis padres fue precisamente a Oviedo y allí estuvieron varios días residiendo en casa de su tío, creo recordar que el oficiante de la boda en Palencia había sido él mismo.
Nuestro religioso autillano era dueño de una de las pocas cámaras fotográficas
personales que se usaban por aquellos tiempos, y eso nos explica la abundancia
relativa de fotos que de él poseemos.
Por Marcial de Castro.